lunes, 4 de octubre de 2010

De vuelta sin ida

Supongo que le pasará a más de uno. Que el pueblo es en cierto modo un patrón con el que medimos el mundo. Comparamos sus gentes con las de lejanos países, rivalizamos su naturaleza con la de exóticos bosques y añoramos su calma en medio de los mayores atascos. Todo nos lleva a él aunque no estemos en él; todo hace que surja en nuestro día a día y que esté presente de forma más o menos evidente en nuestras conversaciones, nuestros discursos o nuestros pensamientos cotidianos. Alguien me dijo un día que es tanto nuestra alquería que cuando ve por primera vez a una persona que le gusta y comienza a hablar con ella trata de imaginársela compartiendo un asado en la puerta de su casa con sus amigos o sentada en los canchales del río, comiendo pipas bajo el sol. Puede que suene exagerado pero no le falta razón pues quizás esa fórmula ha condicionado las relaciones amorosas de muchos hijos de Las Mestas. Creo que hay muy pocas personas casadas o ennoviadas -vaya palabro- con alguien de aquí a las que no les guste sentarse en la carretera a ver pasar los coches, caminar por la umbría o pararse a hablar con cualquiera en las Herrerías. Si los hay deben de ser muy pocos, quizás la excepción. Pero no por ello quiero decir que nuestro pueblo sea un marco perfecto o el mejor de los escenarios posibles y que simplemente esas personas hayan sucumbido a sus bellezas. Qué va. Las Mestas es un pueblo como tantos otros pero para nosotros es tan importante que esas personas han aprendido a amarlo por ser parte de nuestro ser, casi como una prolongación, y así les ha gustado nuestra forma de hablar, el color de nuestros ojos o los rizos de nuestro pelo y entre medias los cipreses de Las Mestas. Al fin y al cabo, esas lanzas que se clavan en el cielo están siempre en nuestro pensamiento.

3 comentarios:

campanilla dijo...

Te echaba de menos, enebro. Me siguen encantando tus historias!!

Enebro dijo...

Muchas gracias por tus palabras, Campanilla. Prometo seguir escribiendo y espero, incluso, hacerlo más asiduamente.

Anónimo dijo...

Yo tambien te echaba de menos,no dejes nunca de escribir enebro.