viernes, 18 de septiembre de 2009

Las Mestas 'desenredada'

Hace ya más de dos años, escribí en uno de los pocos posts que componen este cuaderno que ahora he retomado con renovadas fuerzas, que había descubierto una bella página sobre nuestra alquería (www.lasmestas.es), y que a partir de ese momento hablar de redes a los pies del Canchón no sería sólo referirse al "trasmayo". Mi salutación a la iniciativa motivó los únicos comentarios que ha merecido este blog desde que lo empezara, pero poco a poco acabó por languidecer hasta comprobar hoy su extinción.

¿Es ése el destino que le espera a nuestra alquería? Quiero pensar que no. Pronto nacerá otro niño en Las Mestas y yo, desde mi atalaya, seguiré cantando a mi pueblo, con la esperanza de que, tarde o temprano, alguien me escuche y recoja del suelo las palabras y los versos que a mi se me cayeron.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Nuevas visitas, viejos planes


El pasado viernes, nuestra alquería recibió al presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. El motivo de su visita fue la celebración de un Consejo de Gobierno y la presentación del Plan de Actuación en la Comarca de Las Hurdes, orientado a contrarrestar los efectos del gran incendio del pasado verano y cuyo presupuesto alcanza los 20 millones de euros. Se habló allí de restauración forestal, de mejoras en el abastecimiento del agua y de la lucha contra la erosión. Temas, todos ellos, importantes y que han ocupado una parte central de las políticas que se han desarrollado en la comarca en las últimas décadas. Sin embargo, aunque nos pese, el resultado siempre es el mismo. Cada "x" años un gran incendio asola los montes y cerca a los pueblos. Cuando por fin se apaga, llegan las máquinas y los caminones y se llevan la madera de los árboles quemados que aún puede ser aprovechada, y, más tarde, un proyecto estrella diseña más y más pistas forestales que se asemejan a profundas cicatrices en las montañas.
A la gente se le llena la boca con lo de la "riqueza paisajística" de Las Hurdes y no es verdad. La mano del hombre ha sido tan fuerte y dañina en la comarca, que sólo ha dejado pequeños reductos de verdadero valor ecológico en rincones prácticamente inaccesibles. Las encinas y los robles siguen en las cumbres del Risco Gordo; en los cortados del río Hurdano, frente a Nuñomoral, se agarran los tejos; y desde la carretera que va de Las Mestas a la Vega del Canto, al otro lado del río pueden verse viejos enebros que protegen un hondo regato. Pero, por desgracia, y aunque estos son sólo algunos ejemplos, no hay mucho más. A 2 kilómetros de nuestra alquería por la carretera de Batuecas, pueden verse con claridad esas ansias por hacer pistas y mas pistas, justo hasta el límite con Salamanca. Sobrepasando la linde, el paisaje está intacto. ¿Es que no se han dado cuenta de que algo no funciona con esas políticas?
Las Hurdes se despueblan y siguen con lo mismo de siempre. La gente que visita nuestras tierras lo hace por la naturaleza, que, por ejemplo, se contempla desde la Hospedería de Las Mestas, desde la que habló Vara. Pero ya sobre ésta avanza otra herida, otra pista que corta el monte, y no siempre con un propósito claro.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Bajo el puente de la Vega los Conejos

Cuando era pequeño me gustaba ir a la "resbalatera" de debajo del puente que va para la Vega de los Conejos. Era toda una excursión ir desde los canchales del Charco la Hoya hasta las compuertas, bordearlas y meter la cabeza detrás de la cascada que allí se formaba. Jugaba a hablar con mis primos detrás de la cortina de agua, como si fuese otro mundo, aunque nunca dijésemos nada del otro mundo. Luego, bajábamos poco a poco, por entre las piedras y los juncos, y las ranas saltaban a nuestro paso. El agua corría con fuerza y las sombras hacían que la temperatura bajase increíblemente. A mi siempre me maravillaba la perfección de las rocas sobre las que se levanta la almazara, tan lisas y uniformes que parecía que fuesen de agua endurecida por un misterioso conjuro. ¡Si hasta se veían pequeñas ondas si te fijabas con atención! Ponía mi mano en ellas y al momento la dirigía hacia el agua acompañando a la piedra en su baño. Bajo la corriente, cobraba vida y más bien se me asemejaba al cuerpo suave y resbaladizo de los peces que a veces iba a coger con mi tío.
Me posaba en el agua, en medio de las rocas, y me daba un pequeño empujón. ¡Zas!, mi cuerpo bajaba alocado hasta el final de la "resbalatera" en un viaje vertiginoso, que me hacía remontar rápidamente hasta arriba para volver a lanzarme. Así una y otra vez hasta que la voz de mi madre me hacía regresar al Charco la Hoya.
No estaba todavía el chiringuito y los bañistas comían pipas al sol.