jueves, 5 de abril de 2007

Camino del cielo

En las noches de luna llena me gusta caminar por la carretera que sube al cuartel. Aunque no es un viaje muy largo yo casi siempre me paro antes de la mitad, en la primera curva. La vía gira con rabia hacia la izquierda y da la sensación de que allí se acaba el mundo. La pared que separa la carretera del olivar se interrumpe y deja paso a una pista de tierra que se pierde entre viejas cajas de colmenas y arbolillos. Me gusta sentarme justo al final del muro. Atrás quedan las luces del pueblo: la farola del Lineras y, en lo alto, el Teso que tirita. Ante mis ojos la nada y todo. Estrellas y estrellas fugaces que, a veces, parecen hacer frente a la luna. Los coches que suben y bajan el valle parecen luceros que han visto en el río su firmamento. Cuando desaparecen se oye tímidamente al arroyo. El resto todo es cielo, todo es infinito...

martes, 3 de abril de 2007

Las Mestas

Las Mestas es una pequeña alquería que no alcanza los 50 habitantes. Años atrás llegó a tener bastante más población. El Tío Picho ha dejado testimonio de cómo por la década de los 20 del siglo pasado entre nuestra localidad y Riomalo de Abajo "eramos más de 600". Hoy la despoblación es brutal y parece que en pocos años no quedará nadie viviendo al abrigo del Canchón y el Cueto. El otro día en el bar del "Noruego", un hombre que vino a Las Mestas buscando tranquilidad, se hablaba de ese tema: había quien decía que en menos de dos lustros ya no quedarían ni los gatos en las húmedas calles del pueblo. A día de hoy, en invierno a eso de las siete de la tarde puede resultar muy difícil encontrarse con alguien merodeando por la carretera y las premoniciones que hablan de abandono pueblan la mente de muchos.

Siempre se ha dicho que el hecho de que en Las Mestas no haya ayuntamiento y que se dependa administrativa y políticamente de Ladrillar ha perjudicado a sus habitantes y a su desarrollo. Sin embargo no parece que las cosas vayan mucho mejor río arriba, en los Casares o en Nuñomoral. Las Hurdes Altas tienen en la despoblación a su peor enemigo y nadie parece estar dispuesto a hacerle frente. Se oye hablar de iniciativas en pequeños núcleos de otras partes del país para atraer a gente ofreciendo trabajo y casa pero en Las Hurdes nada de nada. La tierra no se toca, no se vende nada, todo está quieto. No quisiera que ese famoso apego a la tierra que hizo célebres a los hurdanos por volver -siempre volver- a casa se convirtiese en causa de defunción

Nuestro objetivo



Este cuaderno de bitácora pretende ser un punto de encuentro para todos aquéllos que se sienten mesteños: desde los que pasan los fríos meses de invierno en la alquería a los que, cuando al final del verano se marchan, ya están pensando en volver al año siguiente; desde el turista accidental que se precipita desde el Portillo hasta aquél que sólo conoce de su existencia a través de la literatura o el cine.
Las Mestas es aquel pequeño pueblo al que Unamuno saludó al divisar sus cipreses. Eran otros árboles los que hacían guardia noche y día; hoy sólo quedan sus hijos, más modestos y más humildes...