viernes, 15 de octubre de 2010

Cae la noche de otoño

Cae la noche sobre los tejados de la alquería y el humo de las chimeneas se confunde con las nubes que han bajado hasta el valle. Los gatos se juntan en las cañadas a la espera de que una ventana se abra y caiga una raspa. Nadie más hay fuera. La gente ha dejado paso a la calma y cena en silencio en sus casas. Ni siquiera la letanía de la televisión encendida y olvidada altera el mutismo de las cocinas. Es el otoño que poco a poco impone su ley. El sol se marchó hoy pronto tras los collados de poniente y las hojas de los alisos comenzaron a caer. La humedad verdea ya en las paredes viejas y el agua corre con más fuerza en el arroyo como si temiese llegar tarde a su encuentro con el río. El Enebro impasible extiende sus ramas. En la carretera hay algunos coches aparcados pero nada más. Camino arriba y abajo solo. Todo son puertas cerradas. Sólo algunas se abrirán al alba. La mayoría seguirán con sus candados hasta el verano. Quién sabe cuánto podría estar en medio de la carretera sin que pasase nadie. Una hora, dos horas... sólo el tiempo y los gatos pasan en esta noche de otoño. Todo se guarda ya. Mañana los gatos seguirán en las cañadas maullándose entre sí y las hojas continuarán cayendo agolpándose en un manto amarillo y marrón.

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