lunes, 28 de diciembre de 2009

La lluvia

Llueve una y otra vez sobre los tejados. Llueve sobre el asfalto, sobre el cercado y los olivos; llueve sobre el río y sólo se oye la lluvia. La gente está encerrada en sus casas y las gotas golpean los cristales empañados. Estoy junto a la chimenea y oigo el agua que cae por el canalón. Algo, sin embargo, me empuja a calzarme las botas y a ponerme el chubasquero. Me abrocho la cremallera hasta arriba, me coloco la capucha y salgo a la calle. La lluvia es fría pero no me detengo. Camino por las cañadas del pueblo hasta salir a la carretera. El agua corre cuesta abajo sin nada que se lo impida y yo sigo su camino. Dejo atrás las casas del pueblo, el teleclub derruido y la parada del autobús. Camino con paso firme hasta el puente y me asomo sobre su ojo. El río agradece la lluvia y sus aguas se ven azules y cristalinas. Doy la vuelta y me fijo en las cunetas llenas de agua, que parecen arroyuelos. Subo la cuesta y atravieso toda la alquería. Junto a la iglesia me detengo. Miro a mi alrededor. No hay nadie. Sigo caminando hasta el Charco la Olla y la Fuente Jurdana. La humedad lo inunda todo y veo desde el puente la piscina. Ni siquiera el agua de lluvia hace que recobre la gracia de los veranos, cuando se cierran las compuertas y parece un oasis en medio del calor. Es una escena triste y fría. ¿Por qué siendo el mismo río en un sitio me parece que su cauce esta vivo y en el otro muerto?, me pregunto. Sin duda son cosas de la lluvia. Me doy la vuelta y vuelvo a subir al pueblo, que sigue vacío y silencioso. Entro donde el noruego y doy la noticia a los pocos parroquianos: "Llueve". Todos ríen.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Biomasa

Hace unos días comenzó un proyecto piloto para la obtención de biomasa a partir de le los desmontes y los entresaques de un pinar en la ladera sur del Canchón. En teoría el experimento quiere demostrar que es posible rentabilizar por partida doble los montes comunales que rodean Las Mestas.

Además de la madera, se pretende aprovechar la maleza que se limpia periódicamente (y a la cual hasta ahora no se le ha dado uso) para fabricar pellets, esos pequeños tacos de medio centímetro de diámetro que se venden en bolsas de quince kilos en los hipermercados y que sirven de combustible para algunas estufas. ¿Quién podría negarse a un negocio tan rentable?, pensará el lector. Pero lo cierto es que en la práctica la cosa no es tan sencilla. La fabricación de biomasa a partir de materia forestal tiene unos índices de rentabilidad francamente bajos y si se atiende a lo que está sucediendo en la ladera del Canchón, el impacto ambiental de tales prácticas es muy elevado. Es más, si se fijan en la fotografía podrán comprobar que se trata de un auténtico atentado ecológico. Primero se entresacan los pinos para que los tractores puedan maniobrar sin problemas por el terreno. Después con grandes rastrillos arrastran toda la maleza hacia una “calle principal” donde les espera una maquina que comprimirá ramas, pequeños troncos y arbustos en un metro cúbico.

La empresa que, con el apoyo de la Junta de Extremadura, lleva a cabo el experimento es de Badajoz. Se llevará allí cada metro cúbico y no importará nada si se trataba de una madroñera o de un acebo. Aquí, sólo quedará lo que se ve en las imágenes: nada de nada.