jueves, 27 de agosto de 2009

Las Fiestas


No estoy en Las Mestas. Como tantos otros, sólo estuve durante las fiestas, hace ahora más de una semana, y pude volver a saborear la caldereta, bailar en la orquesta y desperazarme por las mañanas en el Charco La Olla después de una noche de farra. Aunque sólo fuese una, porque este año parece que la crisis se han hecho notar incluso en la organización de las fiestas y sólo ha habido verbena un día, la víspera del Cristo.


Quizás por eso, cuando llegó el día quince tuve la sensación de que habían pasado las fiestas y que ni me había enterado, y puede que, también por esa circunstancia, por rabia y rebeldía, los pocos jóvenes de la alquería, al calor de unas copas donde el Vikingo, decidiesen postularse como mayordomos para el próximo año. Organizar unas fiestas como las de hace años y entonar en los tempraneros pasacalles ese "Soy de Las Mestas, bonita aldea", desde el Teso a la puerta del Lineras. Les recibirán así el aguardiente y las roscas en las puertas de las casas y cuando ellos se vayan a acostar con el pueblo encendido, seguirá el jaleo de voces y gentes en la carretera. No se enterarán de los pitidos del panadero anunciando su llegada, ni del de los melones ni del del queso, pero cuando despierten tendrán en la mesa el pan y los recuerdos vivos. Caminarán luego, en bañador, hasta encontrarse unos a otros y bajarán al río, a sentarse en las rocas. Se bañarán y tomarán cerveza en el bar. Subirán después de vuelta al pueblo la cuesta con la toalla al hombro y se acercarán hasta la puerta de Perico a ver la orquesta que aún les queda para esa noche: "Uy madre, no sé si tendré que poner el coche en medio de la plaza y encender la radio porque me da a mi que estos, poco", dirá alguno. Otro, más sabio, le reprochará: "Mejor calla, ¿o no te acuerdas del año pasado?