miércoles, 31 de marzo de 2010
Confusos amaneceres
Al amanecer la bruma cubre los regatos y asciende lentamente por las laderas de los montes. Se rasga en las crestas de los collados y acaricia los pinos hasta tocar el cielo. Todo es azul y frío hasta que aparece el primer rayo de sol. Ése que saluda tanto a aquellos que regresan a la alquería después de una noche de fiesta como a los que empiezan entonces su jornada. Los pájaros revolotean por la carretera con sus cantos y el olor a café sale de las puertas de algunas casas. Los mozos sonríen cuando ven a los más mayores ya levantados, preparando el hocino o dispuestos a caminar hasta Batuecas con la fresca. Éstos los miran sin escandalizarse como si sus años les hubiesen curado de espantos. También ellos vivieron esas noches y quizás las recuerden con nostalgia. Poco a poco el griterío de los muchachos irá languideciendo; derrotados por el sueño, buscarán sus camas y dejarán la mañana a quienes se acostaron temprano deseosos de comenzar un nuevo día. Entonces ya no volverán a cruzarse hasta por la tarde, cuando coincidan a la hora del café en el bar. Unos echarán la partida disfrutando de cada triunfo y otros observarán el reloj esperando que llegue otra noche.
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