sábado, 7 de noviembre de 2009

Un avión en el Cueto

El pasado 30 de octubre, justo antes de que algunos regresasen a la alquería por los Santos, un ruido que retumbaba por todo el valle desperezó, muy temprano, a los vecinos de Las Mestas. Era una avioneta que surcaba los cielos muy cerca de las copas de los árboles, que hacía maniobras arriesgadas en las faldas del Perrubio y se dejaba caer a gran velocidad hacia los olivares de la Roza para encarar con fuerza el ascenso al Canchón. Estaba fumigando los montes para evitar que una enfermedad que sufren algunos pinos se propagase entre los sanos.

Cuando escuché por primera vez el penetrante ruido de su única hélice aún no había salido yo a la calle. Estaba desayunando y tardé largo rato en imaginar de qué se trataba realmente. No era verano y aunque este año no ha llovido lo suficiente, la semana anterior varios chubascos habían traído agua a los regatos. No, no podía ser una señal como las que en los meses de estío nos sobresaltan, temiendo siempre que haya llamas quemando lo que aún no se ha quemado. Subí al cruce de las Herrerías y pude contemplar los movimientos de la aeronave. Dejaba a su paso un tenue y difuso reguero blanco que caía sobre el monte. Luego, caminando por la carretera vi un bando del Ayuntamiento que prohibía, durante una semana, la recogida de setas y frutos silvestres en todo el término municipal. Pensé entonces que aún no había probado los níscalos este año y que, a pesar de que el tiempo no ayudaba a que hubiesen surgido en corrillos bajo un manto de humus, ni siquiera podría pertrecharme de un palo y salir en búsqueda de setas aunque volviese con las manos vacías.

Lástima, pensé, y estuve un rato cabizbajo hasta que, de nuevo, una pasada del avión sobre el pueblo me hizo alzar la vista. El aparato surcó el cielo rumbo a la Vega del Canto y a medio camino viró para posarse, intuí yo, en la pista del Cueto. En ese momento, recordé lo que aquel lugar había sido durante muchos veranos: un centro de operaciones contra el fuego que albergaba aviones y helicópteros, pilotos y mecánicos... que desprendía, en fin, vitalidad y trabajo y que cubría a aquel monte de una aureola de aventura. A mi me hizo soñar y ha vuelto, aunque sea por un día, para quedarse en mi memoria.

5 comentarios:

Alberto dijo...

Hola Enebro, yo accedo de vez en cuando a este blog que descubrí por casualidad y desde hacía tiempo vehía que casi no se actualizaba nada, ahora por fin he vuelto a ver nuevas notas y comentarios y me ha hecho mucha ilusión. La verdad leyendo tus comentarios es verdad que se vuelven a la memoria muchos gratos recuerdos y aunque no estemos allí queremos todo lo mejor para el Pueblo y por supuesto siempre seguirá allí. Yo también estuve este año en las fiestas y a partir de ahora pienso volver todos los años, además de ir todas las veces que pueda. Un saludo, mucho ánimo y sigue con tu agradable iniciativa.
Por cierto ¿que ha pasado con la página www,lasmestas.es ? ya que desde hace algún tiempo no está accesible.

Alberto

Enebro dijo...

Hola Alberto. Gracias por los ánimos. Prometo seguir escribiendo, aunque seáis pocos los que leéis el blog. En cuanto a lo de la página de Las Mestas, no sé que habrá pasado.
Un saludo.

Alberto dijo...

Hola Enebro, gracias por tu rápida respuesta, cuenta conmigo para seguir leyendo e incluso participando en tu blog. Por cierto la foto aérea del pueblo con la que encabezas tu blog es preciosa, ¿podrías ponerla desprotegida y con buena resolución para poder bajarla?.

un saludo y seguimos en contacto

Alberto

Enebro dijo...

Hola Alberto,

Siento no poder poner la foto en modo desprotegido porque ahora mismo no la tengo; hace un año se me estropeó el ordenador y creo que la perdí. De todos modos, seguro que puedo conseguirla, así que en cuanto la tenga la pongo en la página.

Anónimo dijo...

Lo más bonito Enebro sería saber quién eres, muchas de tus historias son las mias, yo me las sé por que las he vivido como tú. Esperemos que con el tiempo te des a conocer, "Las Mestas siempre una flor" que bonita infancia, que bonita infancia, la que nos recuerdas, Enebro, que bonita.