jueves, 5 de abril de 2007
Camino del cielo
En las noches de luna llena me gusta caminar por la carretera que sube al cuartel. Aunque no es un viaje muy largo yo casi siempre me paro antes de la mitad, en la primera curva. La vía gira con rabia hacia la izquierda y da la sensación de que allí se acaba el mundo. La pared que separa la carretera del olivar se interrumpe y deja paso a una pista de tierra que se pierde entre viejas cajas de colmenas y arbolillos. Me gusta sentarme justo al final del muro. Atrás quedan las luces del pueblo: la farola del Lineras y, en lo alto, el Teso que tirita. Ante mis ojos la nada y todo. Estrellas y estrellas fugaces que, a veces, parecen hacer frente a la luna. Los coches que suben y bajan el valle parecen luceros que han visto en el río su firmamento. Cuando desaparecen se oye tímidamente al arroyo. El resto todo es cielo, todo es infinito...
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