En los años 80 Miravete había acogido a algunos de los últimos miembros del movimiento hippy, personas que aún creían en la idílica vida en comunidad del mundo rural, como fórmula para combatir la despoblación. Aquella experiencia no resultó. Un día esos jóvenes se cansaron, regresaron a sus ciudades y dejaron atrás a los que habían sido sus paisanos. Pero no por eso las gentes de Miravete se rindieron. Han tardado, pero han dado con un arma mucho más potente y universal que, por lo pronto, ha conectado su pueblo con el mío, y quién sabe con cuántos más.
En uno de los spots que hay colgados en la página se puede ver a los 12 habitantes de Miravete mientras uno de ellos dice que si te gusta viajar para conocer nuevas caras, en su pueblo eso sólo te llevara 12 segundos. Cuando lo vi, sonreí con amargura y de inmediato pensé que, por desgracia, en Las Mestas esa misma operación tampoco llevaría más de un minuto.