Descubrí a Ramiro Pinilla por casualidad. Un domingo de 2007 en el suplemento del periódico se hablaba de su novela Antonio B., el Ruso. Ciudadano de Tercera. Era la biografía de un hombre agreste, en ocasiones más próximo a los animales que a las personas, que en la comarca leonesa de la Cabrera –la que Ramón Carnicer comparó con Las Hurdes- había sufrido lo peor de la Posguerra y el Franquismo, y se había dado al robo como único medio de supervivencia. Su vida había ido dando tumbos de un sitio para otro para acabar en Bilbao pasando por Andalucía. Aunque él mismo reconociese que sólo se sentía feliz en su aldea, La Baña. Mientras leía la novela fui viendo en el Ruso a un hurdano de esos tiempos que apenas sí tenía para llevarse a la boca una hoja de berza. Visité la Cabrera y hallé silencio en el pueblo del Ruso y majestuosidad en las montañas que lo rodeaban.
Mi siguiente cita con Pinilla fue Verdes Valles, colinas rojas, un choque entre el mundo tradicional vasco y su rápida industrialización a finales del siglo XIX. Cuando Pinilla hablaba de los verdes valles yo no podía sino pensar en Las Hurdes y reconocer en los personajes que desfilaban por sus páginas a muchos de mis paisanos que desde que tenían uso de razón se habían aferrado con fuerza a su tierra. Es cierto que en Las Hurdes no hay industria pero también aparecieron ante mí algunos conocidos que no se conformaron con el orden establecido, ésos que en vez de huir de la autoridad mal entendida de guardias y maestros les hicieron frente porque la sangre les hervía cuando veían claudicar a sus mayores ante tanto señorito.
Luego siguieron dos novelas deliciosas, La Higuera y Un muerto más, en las que Pinilla seguía universalizando las vivencias de su Getxo –como él escribe- natal y haciendo posible que mi mente recorriese kilómetros y kilómetros en décimas de segundo entre Las Mestas y la aldea de San Baskardo. Me sucede lo mismo ahora, mientras leo Las ciegas hormigas, una obra que ganó el Nadal hace más de cincuenta años y que por fin se reedita. Y creo que los nuestros también se merecen una novela por más que sea imposible alcanzar a Pinilla…